Lección de La Resurrección de la carne

Duración: 10 minutos

La resurrección de la carne

    Todos los días mueren muchas personas y algunas son familiares nuestros, amigos o conocidos. Unos son ancianos, otros jóvenes y también niños. La muerte es la separación del cuerpo y el alma. El cuerpo empieza a corromperse a las pocas horas de morir, pero el alma es inmortal, es decir, no muere.

   Al morir, el hombre se presenta ante Dios para ser juzgado por sus obras. De este juicio particular se puede ir al cielo, a gozar eternamente de Dios, o al purgatorio si necesita purificarse o al infierno en el caso de que el hombre muera en pecado mortal y sin la gracia de Dios.

   Los cristianos creemos en la resurrección de los muertos, es decir, que al final de los tiempos, en el juicio final, todos nosotros resucitaremos con nuestro propio cuerpo. Se unirá este cuerpo con nuestra alma para no morir nunca jamás. Jesucristo resucitó y venció a la muerte y nosotros resucitaremos con Él.

La vida eterna

    En el Credo decimos que creemos en «la vida eterna», es decir, que después de la vida presente hay otra vida que no tiene fin. No se terminará nunca. San Josemaría Escrivá decía que «lo que hemos de pretender es ir al cielo. Si no, nada vale la pena.»

   El cielo consiste en ver, amar y gozar de Dios eternamente. Es algo tan grande, que aunque nos pusiéramos a soñar, nunca llegaríamos a imaginar lo grande, bonito y feliz que es. Sólo habrá gozo y alegría con Dios, La Virgen, los Santos y muchos fieles que hemos conocido en la tierra.

El purgatorio es el estado en el que están los que mueren en gracia de Dios, pero necesitan purificar sus pecados veniales y otras reliquias pendientes. Hemos de ofrecer Misas, oraciones y sacrificios por las almas del purgatorio para que vayan pronto al cielo.

   Al infierno van los que mueren en pecado mortal y nunca se termina de sufrir porque es eterno.

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