
Todos los días mueren muchas personas y algunas son familiares nuestros, amigos o conocidos. Unos son ancianos, otros jóvenes y también niños. La muerte es la separación del cuerpo y el alma. El cuerpo empieza a corromperse a las pocas horas de morir, pero el alma es inmortal, es decir, no muere.
Al morir, el hombre se presenta ante Dios para ser juzgado por sus obras. De este juicio particular se puede ir al cielo, a gozar eternamente de Dios, o al purgatorio si necesita purificarse o al infierno en el caso de que el hombre muera en pecado mortal y sin la gracia de Dios.
Los cristianos creemos en la resurrección de los muertos, es decir, que al final de los tiempos, en el juicio final, todos nosotros resucitaremos con nuestro propio cuerpo. Se unirá este cuerpo con nuestra alma para no morir nunca jamás. Jesucristo resucitó y venció a la muerte y nosotros resucitaremos con Él.