
El sacrificio es el ofrecimiento a Dios, por un ministro legítimo, de una cosa sensible que se destruye o cambia, en su honor, con el fin de reconocer su soberano dominio.
La Misa es el sacrificio del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo que se ofrece a Dios por medio del sacerdote y en memoria y renovación del sacrificio de la cruz.
El sacrificio de la Misa renueva sacramentalmente el sacrificio de la cruz porque en él concurre el mismo sacerdote y la misma víctima, es decir, el mismo Jesucristo que se ofrece e inmola por nosotros. Jesús se ofreció de una manera sangrienta, cruenta, en la cruz, mientras que en el altar se ofrece de una manera no sangrienta, incruenta.
Los fines de la Misa son cuatro: adorar a Dios, darle gracias, pedirle beneficios y satisfacer por nuestros pecados. La Misa tiene un valor infinito por causa de la dignidad infinita de la víctima ofrecida.
Las partes principales de la Misa son: el ofertorio, la consagración y la comunión.