
La mayor parte de su vida Jesús vivió como la inmensa mayoría de los hombres: una vida corriente sin aparente importancia, vida de trabajo, la vida religiosa sometido a la ley de Dios, vida de comunidad en su pueblo con los parientes, amigos y conocidos. El Evangelio dice que Jesús obedecía a sus padres y progresaba en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres. Sólo el acontecimiento de la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo, a la edad de doce años, que narra San Lucas, rompe la aparente monotonía de la vida oculta, llena por otro lado de sentido y enseñanzas.
El papel de San José
Sabemos que Jesús nació de la Virgen María, concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Dios era su Padre, pero quiso que alguien hiciera las veces de padre en la tierra. La persona elegida fue José, un varón justo de la casa de David. José, esposo virginal de María y padre legal de Jesús, ejerció con Ella y con el Hijo de Dios los oficios de esposo y de padre en la tierra. Con su trabajo de artesano en el pequeño pueblo de Nazaret procuró el alimento, cuidó a la Virgen y a Jesús y enseñó a éste su oficio.
La santificación en el trabajo (y estudio) ordinario
Imitando el ejemplo de Jesucristo -que pasó en la tierra treinta años de vida oculta trabajando-, y también de la Virgen y San José, los cristianos nos santificamos en la realidad ordinaria del propio trabajo y del estudio. Santificarse con el trabajo quiere decir buscar, encontrar y amar a Dios en las cosas que hacemos, sirviendo así a los demás. Por eso, se puede resumir la vida de un cristiano corriente diciendo que ha de santificar el trabajo, santificarse en el trabajo y santificar a otros con el trabajo profesional. Para conseguirlo hay que hacer el propio trabajo con esmero y atención, acabado hasta el último detalle e impregnado de amor a Dios.
Hay que tratar a la Sagrada Familia
Jesús, María y José formaban la admirable familia de Nazaret, que llamamos Sagrada Familia. Al tratar a José, María y Jesús, estamos tratando a la Sagrada Familia; hemos de imitar sus virtudes y querer vivir según el ejemplo que nos dieron.