Lección de Las virtudes teologales

Estando el hombre elevado al orden sobrenatural, las virtudes naturales por sí solas no bastan, aunque son necesarias; y Dios concede al cristiano las virtudes teologales en el momento del bautismo, junto con la gracia.

    Las virtudes teologales son fe, esperanza y caridad.

    La fe es una virtud sobrenatural por la que -apoyados en la autoridad de Dios- creemos las verdades que ha revelado y la Iglesia nos enseña.

    La esperanza es una virtud sobrenatural por la que confiamos en que Dios nos dará la gloria mediante su gracia y nuestra correspondencia.

    La caridad es una virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas -por ser quien es- y a nosotros y al prójimo por amor de Dios.

Dones y frutos del Espíritu Santo

   El edificio sobrenatural se corona con los dones y frutos del Espíritu Santo. Los dones son perfecciones sobrenaturales que Dios infunde para facilitar el ejercicio de las virtudes, haciéndonos dóciles a los impulsos del Espíritu Santo. Son siete: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.

    Además de los dones -y como anticipo de la gloria- se enumeran doce frutos del Espíritu Santo: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia y castidad.

La caridad, virtud suprema

   La caridad es la virtud más excelente de todas por ser la primera de las teologales, que son las virtudes supremas. Cuando se viven de verdad, todas las virtudes están animadas e inspiradas por la caridad. Como dice San Pablo, la caridad es «vínculo de perfección» (Colosenses 3,14), la forma de todas las virtudes.

Crecer en las virtudes

   El cristiano que intenta vivir una vida según Dios, cuenta con la gracia divina y las virtudes, es decir, con todos los medios para conseguir el fin al que Dios le llama. En consecuencia, con la ayuda de Dios y el esfuerzo propio ha de ir creciendo en la virtud. Dios nunca abandona, y basta que luchemos para hacer el bien y vivir la caridad -sobre todo- que, como hemos dicho, consiste en amar a Dios con toda el alma y a nosotros y al prójimo por amor de Dios.

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