
La tarea de los padres consiste en que los hijos descubran su libertad y aprendan a usarla correctamente. ¿Quién es auténticamente libre? El que hace el bien porque quiere hacerlo, por amor a lo bueno. Por otra parte, quien obra de forma incorrecta va perdiendo su libertad. Educar en la libertad es ayudar a distinguir lo que es bueno para la propia felicidad y para los demás y animar a realizar las elecciones sucesivas, siempre por amor.
Una cosa es educar la libertad y otra consentir en todos los caprichos de los pequeños. Se malcría a los chicos cuando se les dan demasiados elogios y cuando se cede a los caprichos que piden. Por eso, frente a los caprichos de los niños no se debe ceder. En un primer momento se pueden enfadar pero habrá que esperar a que pase la pataleta y, manteniendo una actitud serena y firme, dar las razones de sus peticiones inadecuadas.
Es positivo conceder, con prudencia, cierta autonomía a los hijos pues esto contribuye a educarlos en la responsabilidad. Hay que ayudarles a que se pregunten el porqué de su comportamiento concreto. Esto les hará comprender su hay en sus intenciones algo de envidia, soberbia, injusticia, etc.
(Pintura: Un asalariado risueño con violonchelo y una copa. TERBRUGGEN, H. Colección Real. Windors).