
Al observar las obras buenas o malas de los demás hemos de considerar si se hicieron con el consentimiento personal. Para ello se necesita la libertad de la voluntad. Cuando se hace una acción mala bajo la violencia de otro o la voluntad está limitada o anulada por el miedo, las pasiones, etc. ya no podemos afirmar que esa acción sea mala.
Sobre la libertad se han desarrollado muchos errores: desde los que niegan su existencia, hasta los que piensan que tiene un valor absoluto, sin limitación alguna, a pesar de que el hombre, en cuanto tal, es un ser limitado. Unos piden la libertad política, de pensamiento, de expresión y no respetan la libertad de cada persona.
En nuestro caso, admitimos que el hombre es libre y tiene la capacidad de autodeterminación. Pero la decisión del hombre no puede ser arbitraria sino que ha de respetar el orden objetivo que corresponde a la verdad de lo real.
Algunos solo aceptan las realidades físicas, como una mesa, un bolígrafo, un ordenador, etc. pero también hay otras realidades como la mentira, el robo, el adulterio, la injusticia, etc. También en el orden humano tenemos otras realidades, como la voz con la que hablo, las ideas que expreso, los sentimientos, etc. Por tanto, es exige aceptar esas otras realidades que son objetivas y no son creación arbitraria del hombre.
Si solo existe la verdad física, esas otras realidades serían opiniones que cambian según el tiempo y la interpretación de cada uno. Éste es el subjetivismo que trata de negar toda la amplitud de realidades objetivas que hemos descrito.
Si la libertad acepta el orden objetivo real, adquiere su más alto rango, ya que descubre y acepta la verdad y se comprenden las palabras de Jesús: «Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8,32)
Arturo Ramo