Y sucedió que, yendo de camino a Jerusalén, atravesaba los confines de Samaria y Galilea; y, cuando iba a entrar en un pueblo, le salieron al paso diez leprosos, que se detuvieron a distancia y le dijeron gritando:
– Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros. Al verlos, les dijo:
– Id y presentaos a los sacerdotes. Y sucedió que mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, al verse curado, se volvió glorificando a Dios a gritos, y fue a postrarse a sus pies dándole gracias. y éste era samaritano. Ante lo cual dijo Jesús:
– ¿No son diez los que han quedado limpios? Los otros nueve ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino solo este extranjero? Y les dijo:
– Levántate y vete: tu fe te ha salvado.

La obediencia de los leprosos al mandato de ir a los sacerdotes supone una prueba de fe en las palabras de Jesús. Efectivamente, al poco de ponerse en marcha quedan limpios.
(Pintura: Resurrección de Lázaro. REMBRANDT, Harmenszoon van Rijn. Museo de Artes de Los Ángeles. Estados Unidos).