
Aquel día, dos discípulos iban a un pueblo llamado Emaús. Un desconocido se acercó a ellos y les dijo:
– ¿Por qué estáis tan tristes? Le contaron lo que había sucedido en Jerusalén: la muerte de Jesús en la cruz, sus dudas y sus miedos. El desconocido les dijo:
– Necios, ¿acaso no habían dicho los profetas que el Cristo debía sufrir de esta manera antes de entrar en la gloria?
Cuando llegaron a Emaús, el forastero hizo ademán de proseguir y los dos le invitaron, a quedarse con ellos, porque se hacía tarde. El desconocido fue con ellos y cuando se puso a la mesa tomó el pan, lo bendijo y se lo dio a los compañeros del camino. Entonces lo reconocieron pero Jesús desapareció de sus ojos. Se levantaron, volvieron a Jerusalén junto a los discípulos y dijeron:
– ¡Jesús ha resucitado! Lo hemos reconocido en el modo de partir el pan.