En aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, para que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento fue hecho cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.
Al llegar, no encontraron alojamiento y se refugiaron en una gruta cercana que tenía la entrada protegida, con paredes y algo de techo y que se usaba para cobijar ganado. Estando allí se le cumplieron los días y dio a luz a Jesús; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre. Unos pastores aquella noche vieron un ángel resplandeciente que les daba la buena nueva:

-No os asustéis porque vengo a daros una noticia muy grata. En Belén os ha nacido hoy el Salvador, que es el Mesías, el Señor. Lo reconoceréis porque está envuelto en pañales y recostado en un humilde pesebre.
Una muchedumbre del ejército celestial se unió al ángel y exclamaba:
-¡Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres que aman al Señor!
Los pastores acudieron presurosos y hallaron a María, a José y al Niño recostado en el pesebre y o adoraron.
(Lucas 2, 1-20)
(Texto adaptado por D. Samuel Valero. Biblia infantil. Editorial Alfredo Ortells, S.L. Valencia. página 158)