
Jesús llegó a Nazaret, donde se había criado y según la costumbre entró en la sinagoga el sábado. Y se levantó para leer un fragmento del profeta Isaías que se aplicó a él. Todos daban testimonio a favor de él, y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.
Los judíos decían: – ¿No es éste el hijo de José?
Jesús les dijo: – En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.
Al oír estas palabras, todos en la sinagoga se llenaron de ira, y se levantaron, le echaron fuera de la ciudad y lo llevaron hasta la cima del monte para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, seguía su camino ( Lucas 4, 16-30)
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Se necesita una buna disposición a fin de que los milagros puedan dar origen a la fe en Jesús: solo se le entiende en la humildad y en la seria resolución de ponerse en sus manos.
(Pintura: Infancia de Jesús. HONTHORST, Gerrit van. El Hermitage. San Petersburgo)