La enseñanza del relato es evidente: no se puede andar por la vida al vaivén de los que los demás piensen o digan de nosotros. Acabarían por volvernos locos, como casi sucede a este pobre labriego que tardó demasiado en comprender que era imposible complacer a todos a un tiempo.
El qué dirán constituye una agobiante preocupación que se abate como una especie de terror a hacer el ridículo, de obsesión por ser como todos que conduce a una excesiva preocupación por la propia imagen, realmente perjudicial para el carácter.