La moderación de los sentidos, el dominio de sí mismo, la abnegación, el tener a raya los deseos no es un fin, es tan sólo medio, el medio de liberar el alma. Por lo tanto, si te aconsejo con insistencia que te sacrifiques muchas veces en cosas pequeñas; por ejemplo, haz con alegría tu tarea, aunque te resulte cuesta arriba; prívate de vez en cuando de alguna diversión, de algún placer, de algún plato, por muchos que los desees, etc. lo hago inducido por motivos de peso. Con la abnegación queremos alcanzar un objetivo elevado: dar alas al alma, hacer al espíritu dueño del cuerpo.
Sé muy bien que estos ejercicios de voluntad sólo sirven de escuela para lograr una voluntad fuerte; pero escuela de la cual bruta una seria vida moral. Se encierra una profunda sabiduría en el hecho de que los romanos llamasen virtus tanto a la virtud como a la fuerza; esto significa que no hay virtud sin esfuerzo y sin victoria alcanzada sobre nosotros mismos.