
La noticia de las curaciones de Jesús corrió de boca en boca y al ponerse el sol le traían toda clase de enfermos.
El curaba a todos solo con imponerles las manos en la cabeza.
De muchos salían los demonios y gritaban_ – ¡Tú eres el Hijo de Dios!
Jesús les hacía callar y las gentes que observaban tales prodigios quedaban maravillados y creían en Jesús.