Lección de Otras obligaciones del cuarto mandamiento

Dentro de este mandamiento se incluyen, además de los padres, otras personas a las que se debe también obediencia, amor y respeto:

    a) Los hermanos. Especialmente los hermanos mayores deben procurar dar buen ejemplo evitando enfados, riñas y envidias; el egoísmo, en una palabra.

    b) Familiares y amigos. El amor y el respeto de la familia alcanza de modo particular a los abuelos, tíos, primos y a los amigos.

    c) Profesores y bienhechores. Son los representantes de nuestros padres y por eso se les debe agradecimiento y respeto.

    d) Los Pastores de la Iglesia. Porque somos hijos de la Iglesia, tenemos que amar a los que gobiernan muestra alma, rezar por ellos y obedecer sus indicaciones. La lealtad pide no murmurar nunca.

    e) Deberes con la Patria y autoridades civiles. Como toda autoridad viene de Dios, hay que amar y servir a la Patria, la madre común, respetar y obedecer a las autoridades civiles y cumplir las leyes, siempre que sean justas.

Deberes de los padres con los hijos

   Los padres han de amar, sustentar y educar a sus hijos: cuidar de sus necesidades espirituales y materiales, dándoles una sólida formación humana y cristiana. Para conseguirlo, además de rezar por ellos, deben poner los medios eficaces: el ejemplo propio, los buenos consejos, elección de escuela, vigilar las compañías, etc. Después de haberles aconsejado, han de respetar y favorecer la vocación de los hijos cuando eligen el camino de su vida, en lo humano y en lo sobrenatural.

Cumplir con amor las obligaciones de este mandamiento

   Jesús, María y José forman la Sagrada Familia -modelo de todas las familias-, en la que reinaba el cariño, la obediencia y la alegría. También en la nuestra debe ser el amor a Dios -y a los demás por Dios- lo que nos mueva en todo momento a cumplir gustosamente nuestros deberes.

    El cumplimiento del cuarto mandamiento lleva consigo una recompensa: «Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar» (Éxodo 20,12). Dios bendice con frutos espirituales y temporales la paz y prosperidad; al contrario, la no observancia entraña grandes daños, no sólo para la persona sino para la comunidad humana.

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