
Les propuso otra parábola:
– El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras dormían los hombres, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo, y se fue.
Cuando brotó la hierba y echó espiga, entonces apareció también la cizaña. Los siervos del amo acudieron a decirle:
– Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña? Él les dijo:
– Algún enemigo lo hizo. Le respondieron los siervos:
– ¿Quieres que vayamos y la arranquemos? Pero Él les respondió:
– No, no sea que, al arrancar la cizaña, arranquéis junto con ella el trigo. Dejad que crezcan ambas hasta la siega. Y al tiempo de la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla; el trigo, en cambio, almacenadlo en mi granero.
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Nosotros, los cristianos que debíamos estar vigilantes, para las cosas puestas por el Creador en el mundo se desarrollaran al servicio de la verdad y del bien, nos hemos dormidos -¡triste pereza, ese sueño!
(Pintura: Huida a Egipto. FRA ANGELICO. Museo San Marcos. Florencia. Italia)