Lección de Parábola de lo viñadores homicidas

Dijo Jesús:

    – Escuchad esta parábola: Cierto hombre que era propietario plantó una viña, la rodeó de una cerca y cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó de allí. Cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió a sus criados a los labradores para percibir sus frutos. Pero los labradores, agarrando a los criados, a uno lo golpearon, a otro lo mataron y a otro lo lapidaron. De nuevo envió a otros criados en número mayor que los primeros, pero hicieron con ellos lo mismo. Por último les envió a su hijo, diciéndose: A mi hijo lo respetarán. Pero los labradores, al ver al hijo, dijeron entre sí: Ésta es el heredero. Vamos, matémoslo y nos quedaremos con su heredad. Y, agarrándolo, lo echaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando venga el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores? Le contestaron.

   – Al esos malvados les dará una mala muerte y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo. Jesús les dijo:

   – ¿Acaso no habéis leído en las Escrituras:

    La piedra que rechazaron los constructores,
    ésta ha llegado a ser piedra angular.
    Es el Señor quien ha hecho esto
    y es admirable a nuestros ojos?

   Por eso os digo que os será quitado el Reino de Dios y será dado a un pueblo que rinda sus frutos. Y quien caiga sobre esta piedra quedará destrozado, y sobre quien ella caiga, lo aplastará.

   Al oír los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sus parábolas, comprendieron que se refería a ellos.

   Y aunque querían prenderle, tuvieron miedo a la multitud, porque lo tenían como profeta. (Mateo 21, 33-46).


Los cristianos de todos los tiempos deberán considerar esta parábola como una exhortación a construir con fidelidad sobre Cristo, para no reincidir en el pecado de aquella generación judaica. Al mismo tiempo debe llenarnos de esperanza y de seguridad: aunque el edificio, que es la Iglesia, parezca cuartearse en algún momento, su solidez está asegurada, porque tiene a Cristo como piedra angular.

(Pintura: La vuelta del hijo pródigo. GUERCINO, Museo Kunsthistorisches. Viena).

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