
Llegan de nuevo a Jerusalén. Y mientras paseaba por el Templo, se le acercan los príncipes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le dice:
– ¿Con qué potestad haces estas cosas?, o ¿quién te ha dado tal potestad para hacerlas? Jesús les contestó:
– Yo también os haré una pregunta, respondedme, y os diré con qué potestad hago estas cosas: el bautismo de Juan ¿era del Cielo o de los hombres? Respondedme. Y deliberaban entre si diciendo: Si decimos que del Cielo, dirá: ¿porqué, pues, no le creísteis? Pero ¿vamos a decir que de los hombres? Temían a la gente; pues todos tenían a Juan como un verdadero profeta. Y contestaron a Jesús:
– No lo sabemos. Entonces Jesús les dice:
– Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas. (Marcos 11, 27-33).
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Este episodio es ejemplar para otros muchos que ocurren en la vida: quien intente pedir cuentas a Dios quedará confundido.
(Pintura: La moneda del tributo. TIZIANO, Vecellio. Galería Gemalde. Dresden).