
Cuando Jesús tenía cuarenta días, María y José llevaron a Jesús al Templo de Jerusalén para presentarlo y darle gracias por el nacimiento.
La ley de Moisés decía que todo varón primogénito sería consagrado al Señor y ofrecer en sacrificio, como todos los hebreos pobres, un par de tórtolas o dos pichones.
Como Jesús era el hijo varón mayor de la familia, José y María lo ofrecieron al Templo y para rescatarlo entregaron dos tórtolas.