
Entonces, oyéndole muchos de sus discípulos, dijeron:
– Dura es esta enseñanza, ¿quién puede escucharla? Jesús conociendo en su interior que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo:
– ¿Esto os escandaliza? ¿Pues y si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es el que da vida, la carne de nada sirve: las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Sin embargo, hay algunos de vosotros que no creen.
En efecto, Jesús sabía desde al principio quiénes eran los que no creían y quién era el que le iba a entregar. Y decía:
– Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí si no le fuera dado por el Padre. Desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él. (Juan 6, 60-66)
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Jesús dice que no podemos aceptar este misterio pensando de modo carnal, es decir, atendiendo exclusivamente a lo que aprecian nuestros sentidos o partiendo de una visión de las cosas meramente natural. Solo quien escucha sus palabras y las recibe como revelación de Dios, que es «espíritu y vida», está en disposición de aceptarlas.
(Pintura: Última Cena. LEONARDO DA VINCI. Museo de Vinci. Tougerlo)