Y también resulta tristemente ridícula la actitud -aunque por fortuna menos trágica- del chico o la chica presuntuosos a quienes la vanidad lleva a adoptar un absurdo aire de superioridad, que aparecen como personas engreídas, que repiten constantemente grases en primera persona: «Porque yo…, porque a mí…, porque como yo digo…, porque yo estuve en…, porque mi moto…, porque mi padre…, porque yo una vez…»
Se las arreglan, además, para mencionar varias veces cada detalle de disimulada -o no tan disimulada- autoalabanza. Gadda afirmaba que en estos casos es difícil decir si es más grande el orgullo o la estupidez.
A veces uno llega a pensar: ¿Y no tendrá esta pobre criatura un amigo una amiga que le diga al oído que está haciendo el ridículo…?
-Es que, desde fuera, se ve a distancia. Pero uno mismo ya no se da cuenta tan fácilmente…