3. Evitar las discusiones innecesarias. Hay que distinguir el diálogo de la discusión. Dialogar es conversar aunque haya diferencias de criterios. La discusión implica un fondo de desacuerdo y a veces consiste en como una forma de vencer al otro, usando la fuerza o la descalificación. Las batallas dialécticas, llenas de acusaciones mutuas, no llevan a ningún sitio, ni de ellas sale habitualmente la verdad. Hay que evitar esos enfrentamientos que sólo producen separación.
4. Saber dialogar. El primer paso es saber escuchar, prestando a lo que nos dice el otro. Después no interrumpir cuando el otro esté hablando; ya habrá tiempo de exponer la propia argumentación. Cuando llegue el turno de hablar, hay que centrarse en el tema concreto, evitando frases radicales y absolutas y sin salirse por las ramas.