
Y habiendo cruzado de nuevo Jesús en la barca hasta la otra orilla, se reunió una gran muchedumbre a su alrededor mientras Él estaba junto al mar. Viene uno de los jefes de la sinagoga, de nombre Jairo, y. al verlo, se echa a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo:
– Mi hija está en las últimas. Ven, impón tus manos sobre ella para que se salve y viva. Se fue con Él, y le seguía la muchedumbre, que le oprimía.
Todavía estaba Él hablando, cuando llegan desde la casa del jefe de la sinagoga, diciendo:
– Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas ya al Maestro? Jesús, al oír lo que hablaban, dice al jefe de la sinagoga:
– No temas, tan solo ten de. Y no permitió que nadie le siguiera, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del Jefe de la sinagoga, y ve el alboroto y a las que lloraban y a las plañideras. Y al entrar les dice:
– ¿Por qué alborotáis y estáis llorando? La niña no ha muerto, sino que duerme. Y se reían de Él. Pero Él, haciendo salir a todos, toma consigo al padre y a la madre de la niña y a los que le acompañaban, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice:
– Talita qum, que significa: Niña, a ti te digo, Levántate. Y en seguida la niña se levantó y se puso a andar; pues tenía doce años; y quedaron llenos de asombro. Les insistió mucho en que nadie lo supiera, y dijo que dieran de comer a la niña.
(Marcos 5, 21-24 y 35-43)
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El cristiano debe esperar la ayuda de Dios, que no le faltará para superar los obstáculos que se opongan a su santificación.
(Pintura: Jesucristo resucita a la hija de Jairo. OVERBECK, Friedrich. Museo Staatliche. Berlín)