Lección de Romance de Abenámar

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I

-¡Abenámar, Abenámar, 

moro de la morería,

el día que tú naciste 

grandes señales había! 

II

Estaba la mar en calma,

la luna estaba crecida;  

moro que en tal signo nace 

no debe decir mentira.

III

-No te la diré, señor,

aunque me cueste la vida. 

-Yo te agradezco, Abenámar,

aquesta tu cortesía.

IV

¿Qué castillos son aquellos? 

¡Altos son y relucían!

-El Alhambra eran, señor,

y la otra la Mezquita;

los otros los Alixares,

labrados a maravilla.

V

 El moro que los labraba

cien doblas ganaba al día, 

y el día que no los labra

otras tantas se perdía

desque los tuvo labrados

el rey le quitó la vida 

porque no labre otras tales 

al rey de la Andalucía.

VI

El otro es Torres Bermejas, 

castillo de gran valía;

el otro Generalife,

huerta de par no tenía.

VII

Hablara allí el rey don Juan,

bien oiréis lo que decía:

-Si tú quisieras, Granada,

contigo me casaría;

daréte en arras y dote 

a Córdoba y a Sevilla.

VIII

Casada soy, rey don Juan,

casada soy, que no viuda;

el moro que a mí me tiene

muy grande bien me quería.

Hablara allí el rey don Juan,

estas palabras decía:

IX

-Echenme acá mis lombardas

doña Sancha y doña Elvira;

tiraremos a lo alto,

lo bajo ello se daría.

El combate era tan fuerte

que grande temor ponía.

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