Lección de Sentido del cuarto mandamiento

Los padres son el instrumento querido por Dios para traer nuevas vidas a este mundo. Además de la vida, procuran a sus hijos el alimento y la educación para que crezcan, se desarrollen y reciban todos los auxilios para alcanzar la santidad de vida de los hijos de Dios.

    El cuarto mandamiento nos recuerda las obligaciones que tenemos con los padres: amor, respeto y obediencia. El comportamiento de Jesús con María, su Madre, y con José, que hacía las veces de padre, debe ser ejemplo a imitar por todos.

    Por extensión, el cuarto mandamiento incluye el respeto y obediencia debidos a quienes, bajo algún aspecto, están constituidos en autoridad: profesores, autoridades eclesiásticas y civiles, la patria, etc.

Deberes de los hijos con los padres

   a) Amor. El primer deber de un hijo con sus padres es amarles, y el amor se demuestra con obras. Hay que rezar por ellos, darles satisfacciones y alegrías y ayudarles según las posibilidades, sobre todo si están enfermos o son ancianos.

    b) Respeto y gratitud. El respeto a los padres se muestra en una sincera veneración, y cuando se habla con ellos y de ellos con reverencia. Sería una falta de respeto levantarles la mano, despreciarlos, insultarlos u ofenderlos de cualquier modo y avergonzarse de ellos.

    Si se advierte que los padres tienen algún defecto o rareza -particularmente cuando son mayores-, o que no hacen lo que deben, hay que rezar, comprenderlos y disculparlos, ocultando sus defectos y tratando de ayudarles a superarlos, sin que jamás salga de la boca una palabra de crítica.

    c) Justa obediencia. Hay que obedecer a los padres con prontitud y diligencia, siempre que no sea pecado lo que mandan. La obediencia exige esfuerzo, porque es mucho más fácil ser «rebelde» haciendo continuamente el propio capricho. Para obedecer hace falta un corazón bueno y vencer el propio egoísmo.

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