Cuando Simón Pedro comprendió
el milagro que había ocurrido, se arrojó a los pies del Señor y le dijo:
– Aléjate de mi, Señor, que soy un pecador.
Jesús le reprendió:
– No te preocupes, desde ahora serás pescador de hombres.
Entonces Simón y sus compañeros, sacando las barcas de la orilla, siguieron a Jesús.
