
Objetivo:
Aprender el décimo mandamiento de la Ley de Dios.
El décimo mandamiento de la Ley de Dios es: «No codiciar los bienes ajenos». Significa este mandamiento que no tengamos codicia y envidia de los bienes de los demás. Los pecados contra la propiedad, como el robo, el hurto, el fraude, empiezan en el corazón, con los malos deseos y codicias de apoderarse de los bienes ajenos. Una chica se estaciona ante el escaparate de una joyería y ve unas magníficas pulseras de oro adornadas de esmeraldas y rubíes. Y forma el propósito de aplicarse para aprobar la revalida con el fin de que sus padres le regalen una de esas pulseras. ¿Peca por tener ese deseo? De ninguna manera. En cambio, cerca de ella está un individuo que desea apoderarse de esas alhajas como sea, rompiendo el cristal y rápido meter la mano en el escaparate, coger todas las pulseras y huir pronto. Pero no se atreve porque cerca de él está un policía. ¿Ha pecado? Sí, ha pecado, pues ha tenido un deseo de apoderarse de lo que no es suyo.
Por eso Jesucristo nos advierte: «Mirad, guardaos de toda avaricia, porque, aunque se tenga mucho, no está la vida en la hacienda. Por tanto, hemos de guardarnos del egoísmo y de la avaricia que causa tantos males en la sociedad y en las familias.
Es lícito y bueno tener deseos de poseer riquezas obtenidas por medio del trabajo honrado, con el fin de hacer un bien para uno mismo y para los demás.