
La vida humana es sagrada; desde el comienzo es fruto de la acción creadora de Dios y siempre mantiene esa especial relación con el Creador, origen y término de nuestra existencia. Sólo Dios es señor de la vida desde el principio hasta el fin; el hombre no es más que administrador, y debe cuidad de la vida propia y de la de sus semejantes.
El quinto mandamiento prohíbe lo que atenta injustamente contra la vida propia y ajena; pero no debe entenderse en sentido preferentemente negativo, pues ordena la caridad, la concordia y la paz con todos -aun con los que se muestran como enemigos-, y este aspecto positivo es el contenido principal del precepto.
Deberes del quinto mandamiento con uno mismo
a) Amor y respeto de sí mismo. Hemos de querernos a nosotros mismos de manera ordenada, sin egoísmo (refiriendo exclusivamente a uno mismo las personas y las cosas), ni soberbia (con una falsa valoración de las propias cualidades, por ambición, presunción y vanagloria).
b) Usar bien de los talentos. Dios ha dado a cada hombre talentos y capacidades tanto naturales como sobrenaturales. En el plano natural están la inteligencia y la voluntad, que hemos de desarrollar adquiriendo los conocimientos de que seamos capaces y formando la voluntad para alcanzar el señorío de nosotros mismos y una personalidad capaz de grandes empresas. La pereza es el pecado que se opone a que los talentos fructifiquen.
En el aspecto sobrenatural tenemos la gracia santificante, junto con los dones que la acompañan. Hemos de corresponder generosamente porque al final de la vida se nos pedirá cuenta de cómo hemos aprovechado las gracias recibidas.
c) Amor y respeto del cuerpo. El cuerpo es el instrumento que Dios nos ha dado y santificado; en día resucitará lleno de gloria. Por eso hemos de respetarlo y cuidarlo (alimento, limpieza, deporte), evitando los excesos que puedan dañar la salud. Está claro que hemos de amarlo de manera ordenada, ya que hay cosas más importantes.
Se oponen a este deber el suicidio, desear la propia muerte, exponerse a grandes peligros (conducción imprudente de vehículos, excursiones arriesgadas, etc.), la mutilación de algún miembro, la eutanasia (acortar la vida para rehuir el dolor), la gula (comer o beber en exceso), la embriaguez y el tomar drogas.
d) El cuidado de la vida espiritual. Es importante cuidar el cuerpo, pero lo es más cuidar de la vida del alma para que la gracia vaya creciendo en nosotros. Se crece conociendo mejor la doctrina cristiana -en el Catecismo- para poder cumplirla, confesando y comulgando con frecuencia, tratando a Jesús en el Sagrario, haciendo pequeños sacrificios, etc.
La vida de la gracia en el alma se pierde -se mata- por el pecado mortal, que es como un suicidio; aunque gracias a la misericordia de Dios existe el remedio del sacramento de la Penitencia, que permite recuperar la vida sobrenatural.