Con constancia y tenacidad, con la mirada en el objetivo que nos lleva a seguir esa tabla. Porque ¿qué se podemos hacer, si no, cuando es un drama simplemente el hecho de levantarse en punto cada mañana, o estudiar esas pocas horas que nos habíamos propuesto? ¿Qué soporte de reciedumbre humana tendremos cuando hayamos de tomar decisiones costosas?
Además, muchas veces las grandes cabezas, ésas que apenas tuvieron que hacer nada para superar holgadamente sus primeros estudios, acaban luego fracasando porque no aprendieron a esforzarse. Y quizá aquel otro, menos brillante, que se llevaba todas las broncas y era objeto de odiosas comparaciones con su hermano listo, gracias a su afán de superación acaba por presentarse con mayores ventajas ante la vida.
Texto de Alfonso Aguiló. Educar el carácter. Ediciones Palabra. Pág. 117-119.