La hoja del acero tiene elasticidad, pero también dureza, Y ¿cómo se prepara? En el fuego; en medio de vivas llamas.
La vida humana se forma con eslabones de pequeños acontecimientos. Uno a uno parecen de poca monta, y, no obstante, son ellos los integran la vida. Los ingentes rascacielos se edificaron con piedras pequeñas; la vida excelsa se compone de cosas insignificantes, pero también todas las grandes caídas morales tuvieron por principio un leve tropiezo. No hay que temer por quien sabe guardarse de las faltas pequeñas: éste no tendrá grandes caídas.
Observa en qué tropieza la mayoría de los hombres por la calle. ¿En grandes piedras que encuentran por su camino? No. Éstas las notan ya de lejos. Pero resbalan al pisar por casualidad un hueso de cereza y caen. «¡Cuánto me fastidian esas bobadas!» -exclama un muchacho aludiendo con sus palabras a los pequeños preceptos que él tilda de futilidades- Pero ¿es realmente futileza el que en una máquina estupenda las ruedas no encajen bien, aunque la diferencia no pase de medio centímetro? ¿Es una pequeñez que en el violín pises la cuerda sólo un poco más allá, nada más que media nota, de lo necesario? ¿Es futilidad que en alemán conjugues un verbo de la conjugación fuerte según las reglas de la conjugación débil? Pregunta a los peritos en la materia y te dirán qué diferencia enorme puede haber entre dos caballos magníficos, ambos fogosos, de pelo negro y brillante los dos, con que uno de ellos tenga sólo una «pequeñez» en la cabeza, una mancha blanca del tamaño de la palma de la mano.