
La tempestad calmada
Jesús subió con sus discípulos a una barca. Se levantó en el mar una gran tempestad y las olas cubrían la barca; pero él dormía.
Se le acercaron y le despertaron diciendo:
– ¡Señor, sálvanos que perecemos!. Jesús les respondió:
– ¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe? Entonces de levantó, mandó a los vientos y al mar y se produjo una gran bonanza. Los hombres se admiraron y dijeron:
– ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar obedecen?
La hija de Jairo
Jairo era el jefe de la sinagoga de Cafarnaún y se arrojó a los pies de Jesús pidiéndole que fuera a su casa. Tenía una hija única de doce años y estaba a punto de morir. Le pidió:
– Ven y sánala. Mientras esto ocurría llegó gente y le dijo:
– Tu hija ha muerto, no molestes al Maestro. Pero Jesús dijo a Jairo:
– ¡No temas, ten fe! Fue a casa de Jairo y encontró a mucha gente que lloraba y gritaba.

– ¿Por qué tanto estrépito? – exclamó. La niña duerme. Entró en la habitación donde estaba la muchacha, la tomó por la mano y le dijo:
– ¡Levántate! y ella se levantó.
– Dadle de comer.- ordenó Jesús.

La multiplicación de los panes y los peces
Jesús y sus discípulos se encontraban en el desierto y había mucha gente escuchándole. Llegó la noche y dijo a sus discípulos:
– Dadles vosotros de comer. Uno de sus discípulos dijo:
– Hay un joven que tiene cinco panes y dos peces. Pero con esto no tenemos ni para empezar. Jesús dijo al gentío:
– Sentaos en el suelo. Había unos cinco mil hombres, sin contar mujeres ni niños.
Entonces Jesús cogió los cinco panes y los dos peces, y después de rezar y de dar gracias, los bendijo y los dio a los discípulos para que los repartieran a todos. Comieron todos. Comieron todos hasta estar satisfechos.
Jesús dijo a los discípulos:
– Recoged los trozos que han sobrado. Los recogieron y se llenaron doce cestas con las sobras.