
Primera parte
Se reproduce un artículo de José Luis Mota, titulado: “Un respeto, señoritas”, publicado en el periódico Canarias7, el 1 de noviembre de 2003:
“Muchos periódicos se han hecho eco de la decisión de la directora de un liceo francés que envió diez chicas a su casa para cambiar sus vestimenta: se prohibió definitivamente llevar strings (tangas) a la vista, combinados con un pantalón de cintura baja, lo que descubre demasiado la cadera y el vientre.
Muchos comentaristas se han hecho eco de la noticia. El apoyo a la medida ha venido de muchos estamentos, pero una de las reacciones más significativas ha sido la de Segolene Royal, ex ministra delegada de Enseñanza Escolar en la anterior legislación socialista, que ha declarado al periódico francés Le Parisien: ‘Es una buena solución que los responsables educativos hayan reaccionado prohibiéndolo en la escuela. A los ojos de los chicos, el tanga reduce a las niñas a su parte posterior. Luego, nos sorprendemos de que las adolescentes sean víctimas de acosos o violencias sexuales. La polémica es un reflejo de la sociedad actual, en la que el cuerpo de la mujeres exhibe como una vulgar mercancía’.
Segunda parte
Es bueno que sean las mujeres las que defiendan sus derechos y su dignidad. En cierta manera están de acusando a los padres de que no han tenido autoridad para impedirles salir así de casa, o a las madres de esas adolescentes que no han sabido educarlas en el pudor; que como dice el diccionario Larousse, es el recato, la cautela, la reserva en todo lo referente al sexo.
Si los varones adultos, los profesores, para no ser acusados de fijones, comentan ‘es que no sabes a dónde mirar’, ¿cómo se va a conseguir que los chicos, como viene a decir la ex ministra, no se sientan provocados, al menos, al acoso sexual?
Tercera parte
Algunos piensan –sin razonarlo mucho- que no hay nada mejor que la coeducación. Y no se dan cuenta de que cosas como estas se podrían evitar en la educación separada de los sexos, que vuelve a ponerse de actualidad. De esta manera se conseguiría que ellas no estuvieran tan pendientes de coquetear y de presumir de su cuerpo, puesto que no van a estar con los chicos; y a éstos se les evitaría la continua excitación de la sexualidad, especialmente sensible en la adolescencia en la que están inmersos.
Estos problemas son problemas de todos: es necesario que haya directores con autoridad, y que les apoyen los inspectores y la Administración; que los padres exijan y que las madres eduquen en el pudor a sus hijas; y que las alumnas sepan, que ya lo saben, que no pueden ir de cualquier manera pues así van provocando y perdiendo, por tanto, su dignidad.”